En la última década, el coliving ha pasado de un concepto marginal a un activo financiero consolidado y escalable, atrayendo a inversores de todas las edades. Sin embargo, son los millennials y la Generación Z quienes impulsan con mayor fuerza esta tendencia, buscando entornos donde convivan la flexibilidad y la comunidad. Este artículo explora las raíces, modelos de negocio, tendencias y retos de un fenómeno que redefine la inversión inmobiliaria.
Con más de treinta millones de nómadas digitales y jóvenes profesionales adoptando este estilo de vida, el coliving ya no es solo una solución habitacional temporal, sino una estrategia de inversión con alto potencial de rentabilidad y crecimiento global.
El coliving nació como una propuesta experimental que combinaba vivienda y espacios compartidos para crear una experiencia social intencional. A lo largo de los años, este modelo ha evolucionado hasta consolidarse en ciudades de Europa, Norteamérica y Asia. Operadores profesionales gestionan desde edificios residenciales hasta complejos con servicios completos, adaptándose a la demanda de los más jóvenes.
Lo que diferencia al coliving de otras formas de alojamiento es su capacidad de generar comunidad, ofrecer contratos flexibles y entregar servicios “llave en mano”, desde limpieza hasta eventos sociales. Esa propuesta ha convertido estos espacios en verdaderos “hogares globales” y en un vehículo de inversión innovador.
Más del 90% de los residentes en modelos coliving tienen menos de 35 años. Son profesionales, freelancers y emprendedores que valoran:
Para estos jóvenes inversores, el coliving representa una forma de ingresar al mercado inmobiliario con menos barreras de entrada, aprovechando estrategias como el master lease para gestionar propiedades ajenas y reducir la inversión inicial.
La mayoría de los operadores prefieren gestionar inmuebles mediante contratos de arrendamiento a largo plazo o la administración para terceros. Menos del 25% de estos actores posee directamente la propiedad. Este enfoque permite:
Los ingresos provienen de la renta de habitaciones, paquetes de servicios (limpieza, lavandería), alquiler de salas de reuniones y la organización de encuentros profesionales.
El coliving se mantiene en constante transformación. Para este año, destacan:
Además, se observa una necesidad creciente de personal dedicado a la gestión de comunidad, un aspecto aún poco explorado por el 40% de los operadores.
Invertir en coliving ofrece ventajas clave: alta ocupación, resiliencia ante crisis y posibilidad de participar con montos menores que en la inversión inmobiliaria tradicional. La aparición de plataformas de crowdfunding y coinversiones fraccionadas facilita aún más la entrada al sector.
Estos esquemas colaborativos permiten diversificar riesgos y acceder a proyectos en distintas ciudades, creando una cartera de activos globales que se ajusta a los intereses y recursos de los jóvenes inversores.
Entre los principales desafíos figuran la profesionalización de la gestión comunitaria, la fidelización a largo plazo de los residentes y la adaptación a regulaciones locales cambiantes. No obstante, la brecha entre oferta y demanda sigue abierta, lo que representa una oportunidad para proyectos innovadores.
Experiencias como Nine Coliving en Canarias, Cloud Citadel en los Alpes o B-HIVE Living demuestran el potencial de estos modelos para incubar startups, fomentar sinergias internacionales y crear comunidades duraderas. Antropólogos destacan la fertilización cruzada de ideas como uno de los principales motores de innovación en estos espacios.
En conclusión, el coliving se perfila como una estrategia de inversión emergente y dinámica, alineada con los valores de colaboración, flexibilidad y tecnología de las nuevas generaciones. Para los jóvenes inversores, representa no solo una oportunidad de rentabilidad, sino la posibilidad de formar parte de una revolución silenciosa que redefine el entorno urbano y las relaciones profesionales.
Referencias